Escocia es la más septentrional de las cuatro naciones constituyentes del Reino Unido. Junto con Inglaterra y Gales, forma parte de la isla de Gran Bretaña, abarcando un tercio de su superficie total; además consta de más de 790 islas. Limita al norte y oeste con el océano Atlántico; al este con el mar del Norte, al sur con Inglaterra y al suroeste con el Canal del Norte y el mar de Irlanda. El territorio escocés abarca 78.772 km2, y su población se estima en 5.116.900 habitantes, lo que da una densidad de población de 65 habitantes por km2. La capital es Edimburgo, siendo Glasgow la ciudad más grande y cuya área metropolitana concentra un 40% del total de la población escocesa.

Escocia toma su nombre de «Scotus», término latino que significa «irlandés» (la forma plural es «Scoti», «irlandeses»). Esto hace referencia a los colonizadores gaélicos de Irlanda, país que los romanos inicialmente llamaron «Scotia» (forma femenina de «Scotus»). Los irlandeses que colonizaron la actual Escocia eran conocidos como «Scoti». Los romanos de la Baja Edad Media utilitzaban el nombre «Caledonia» para referirse a la actual Escocia.

El Reino de Escocia fue un estado independiente hasta 1707, fecha en la que se firmó el Acta de Unión con Inglaterra, para crear el Reino de Gran Bretaña. La unión no supuso alteración del sistema legal propio de Escocia, que desde entonces ha sido distinto del de Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte, por lo que es considerada en el derecho internacional como una entidad jurídica distinta. La pervivencia de unas leyes propias, y de un sistema educativo y religioso diferenciado forman parte de la cultura escocesa y de su desarrollo a lo largo de los siglos.

Surgido en el siglo XIX, el independentismo escocés ha ganado influencia desde finales del siglo XX; representado por el Scottish National Party (SNP, Partido Nacional de Escocia), que aboga por la independencia de Escocia, obtuvo la mayoría absoluta en el Parlamento escocés en las elecciones de mayo de 2011.

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